sábado, 12 de octubre de 2013

Molina

Aterricé allí por casualidad y por sed. Yautomáticamente 40 años atrás. Nada más franquear el umbral. El olor a uva, a residuos alcohólicos, a lecheras de latón llenas de clarete, me trasladaron a la Plaza de Las Monjitas, donde estaba la bodega del barrio. Al fondo las tinajas empotradas en la pared con sus grifos de cobre. El mostrador de chapa con originales grifos invertidos para limpiar las botellas y recargarlas con la última cosecha. Dos o tres parroquianos a la derecha, en el reservado vip, la zona de la barra donde las amas de casa no se atreven a poner pie. Y mientras me recuperaba del deja vu, las voces in crescendo: "¡¡¡Que te digo que Molina no hacía así...¡¡¡"
La patogenia de las mismas correspondía a un individuo prejubilable si hubiese trabajado en una empresa seria. Manos amarillentas con toques de color caoba. Dientes indescriptibles. Pelo peinado a raya de AutoCAD. Gomina de la que Cristiano estaría envidioso. Patrico diría yo. Traje barato pero de raya milimétrica. Corbata oscura y estrecha sobre camisa blanca última moda de los 60. Peluco de oro con cadena recién limpia. Pañuelo que asomaba formando un perfecto isósceles sobre el bolsillo de la chaqueta.
Al otro lado del ring, dos contrincantes coriáceos. El de la izquierda, llevaba un mono de Boss, con las correspondientes marcas de grasa en rodillas, codos y muñecas. Yo creo que los venden así, con esas manchas, para darle impacto al cliente. Digo de boss, porque evidentemente el tipo era el jefe de algo. Posiblemente el jefe del único aprendiz del único taller no servicio oficial en 5 km a la redonda. El otro, parecía ser el dueño del kiosco de prensa, por el aire de intelectual, porque estaba en la bodega y porque no parecía tener muchas ganas de trabajar.
La conversación seguía elevada en graves y agudos, y me temí lo peor, la típica bronca en bareto de barrio, y pagué mi vermouth de grifo (como le encuentren algún antioxidante beneficioso para la salud, dejará de cortarse con cuchillo y tenedor y se venderá en brik, en vez de servirlo en microvasos directos del grifo. Y no pondrán boquerón en vinagre ni olivas de acompañamiento), de forma un tanto atropellada y con propina desproporcionada para aquellos lares.
Mientras recogía con prisas, se empezaba a mencionar a parientes de ambos bandos a voz en grito, y enfilé la puerta decidido a salir de allí antes de que llovieran los crochet, que fijo sabían darlos.
En esas estaba cuando el prejubilable dijo aquello de "pues te lo voy a demostrar" y sin pausa alguna comenzó a voz en grito "...y cuando siento una peena, lanzo al viento miiiiiiiii  iiiii iiiiii   iiii cantar. Soy minero..."
Por las expresiones que vi en sus contrincantes, se conoce que algo de razón debía llevar, porque tanto el boss como el del kiosco relajaron sus expresiones mudándolas por un rictus tierno y nostálgico, y solicitando en el acto una nueva ronda en justo homenaje a su contrincante tertuliano.
Fue ponerle el chato de vino, y el cantante se dirige hacía mí. "Jefe, a que llevo razón?" Y yo, aún estupefacto de la discusión, las paces y la demostración, solo pude decirle: " Aunque eso solo podría decirlo Don Antonio, en mi opinión lo ha clavado vd." Con esa respuesta, completé mi paso hacia adelante, a otros tiempos y otros niveles estelares, no estoy seguro que mejores.
Y mientras que caminaba hacia zonas más desarrolladas en apariencia, recordaba a Antonio Molina, en lo que probablemente es el mejor videoclip de la historia, dirigirse hacia la mina, como el de Hamelin, llevando una cohorte de probos productores mineros a sus espaldas, y cantando a voz en grito, con tanto o más acierto que el de la taberna.
Soy minero. Antonio Molina
P.D.: Esta anécdota es completamente cierta, aunque su protagonista, que la compartió conmigo, desgraciadamente nos dejó hace 23 años, si no lo recuerdo mal. Como hay pocos días que no lo recuerde, he decidido plasmar el recuerdo en esta deliciosa anecdota

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